REFLEXIONES SOBRE EL TRATAMIENTO DEL ALCOHOLISMO EN LA MUJER

Entendemos que el síntoma alcohólico en general, y también en las  mujeres, es indicador de un conflicto sin resolver o de determinadas carencias o déficits afectivos primarios que no han permitido el desarrollo de una subjetividad consistente. Por eso, en el tratamiento, además de conseguir la abstinencia, se busca abrir la posibilidad de un cuestionamiento sobre el consumo, sobre la relación que se ha establecido con el alcohol y el propio proyecto vital. No es el alcohol el que atrapa a la persona, son las características de su funcionamiento psíquico las que -dado un primer encuentro con la bebida- lo llevan a engancharse.”No se cae en las garras de la droga…son las conductas impulsivas del sujeto las que enganchan la droga.”(Korman, 1995). Todo esto tendrá que ser revisado para que la abstinencia se consolide y vivir sin alcohol se convierta  en una nueva forma de vivir.

Repasaremos brevemente las diferencias entre las formas de consumir de hombres y mujeres:

–      La mujer suele beber más en casa a escondidas, los hombres en el bar, su consumo es más socializado.

–      La mujer suele abandonar sus obligaciones familiares y los hombres sus obligaciones económico-laborales.

–      La mujer se avergüenza de su consumo, éste tiene mala consideración social.

–      La mujer bebe más por problemas personales y los hombres para alternar.

En las mujeres más jóvenes últimamente se observa una  equiparación en los patrones de consumo con los chicos de su misma edad. Adoptan las mismas actitudes que ellos y esto se traduce en un inicio del consumo cada vez a edades más tempranas, la ingesta de grandes cantidades en poco tiempo y el consumo de otras sustancias como la cocaína, el hachís y las drogas de síntesis. Es una pseudo solución a los conflictos que no ofrece una salida saludable para el malestar, dado que no se han afrontado y resuelto los problemas ni se ha creado un lugar diferenciado para una nueva feminidad.

En general, acudir a un tratamiento suele ser más complicado en las mujeres, fundamentalmente por el estigma social personal y a veces sanitario que a menudo sufren..

Las alcohólicas suelen llegar a nuestras consultas solas o acompañadas de un miembro de la familia que por lo general no es el marido, sino su madre, hijo/a, hermano/a o una amiga.  Cuando son los hijos quienes apoyan el tratamiento, esto revierte en una mayor adherencia al mismo.

 

El inicio del tratamiento muchas veces implica el sustraer tiempo de sus responsabilidades en el cuidado del hogar y de los hijos menores. Además, las mujeres con serios conflictos conyugales o con demandas de divorcio temen que el hecho de hacer pública su adicción suponga la retirada de la custodia de los hijos.

Por eso, cuando los apoyos de su entorno no son consistentes, se hace necesaria una fuerte motivación para iniciar y continuar un proceso terapéutico y requiere, por parte de los profesionales, un intenso trabajo de apego que permita aumentar la adherencia al tratamiento. Debemos crear, fomentar y/o constituirnos en aquellas instancias de contención que permitan a la mujer revisar su relación con el alcohol en el contexto de su propio recorrido vital.

El tratamiento psicológico, si deseamos que sea efectivo, deberá tener en cuenta todos los factores anteriormente mencionados y no limitarse al abandono del consumo, sino fomentar la implicación de las mujeres como sujetos activos, participantes, generadores de cambios. Esto se podrá realizar partiendo del cuestionamiento de las condiciones personales, familiares y sociales que han favorecido la crisis o el desarrollo de la enfermedad.

No debemos caer en una postura paternalista ni simplificadora que fomente mensajes del tipo “tú vales”, “tú puedes”, ni tampoco erigirnos en figuras persecutorias y censuradoras de conductas, sin propiciar la interrogación de ese síntoma alcohólico que porta un sentido a desvelar. Si, a partir de la sola observación, interpretamos los estados emocionales como patológicos e intentamos acallarlos sin escucharlos, corremos el riesgo de repetir una vez más la misma situación crítica, sometiendo a la mujer a una presión aún mayor que la llevará a entender el consumo de alcohol como el único refugio para su psiquismo herido.

Las mujeres alcohólicas experimentan sus afectos como algo amenazador, insoportable o excesivamente vergonzante (Ettorre, 1998). Debemos promover el despliegue de estos sentimientos de vacío, soledad, insatisfacción, vergüenza, culpa, frustración, etc. para poder profundizar en ellos y reconstruir una cadena de sentidos y también de lazos sociales, que suelen estar rotos o muy deteriorados.

El tratamiento grupal suele ser el más frecuente, debido a la limitación de los recursos con que contamos y a las ventajas que el trabajo grupal comporta en este tipo de patologías. Además de la economía de medios, en nuestra experiencia el grupo ofrece una serie de ventajas que favorecerán un proceso de enriquecimiento personal, siempre que un terapeuta experto sea capaz de lograr un clima grupal de encuentro y desarrollo.

El trabajo en grupo promueve una serie de cambios en el sujeto que resumimos a continuación:

1  Ayuda a disminuir el narcisismo y la omnipotencia, el pensamiento mágico y la negación de la realidad, posibilitando el desbloqueo de afectos y el desarrollo de una adecuada autoestima.

2  Promueve la reconstrucción del yo mediante la resolución de conflictos estancados en el mundo interior, ampliación del yo que aumenta la capacidad para las relaciones personales, la consistencia ante la adversidad, la tolerancia a la frustración, fracaso, dolor y pérdidas.

3  Fomenta la adaptación a la realidad y la sociabilización: todos los cambios mencionados favorecen la adaptación al entorno social, fomentando la capacidad de observación y autocrítica, más sensibilidad, mayor capacidad para las relaciones y el trabajo y menor rigidez e intolerancia.

En síntesis, el tratamiento de la mujer alcohólica debe propender a la puesta en cuestión de todos los factores que influyen en su consumo, promoviendo el desarrollo y la integración de aspectos de la personalidad que han quedado escindidos o postergados a lo largo de su recorrido vital. Este cuestionamiento, a un nivel general, permitirá que las mujeres puedan volver a adueñarse de las capacidades tradicionalmente consideradas femeninas, pero ahora de una forma crítica y creativa, más apropiada a sus verdaderas necesidades.